La "Narcomodelo" quiere estar en el bailando

Daina Antivero sueña con Marcelo Tinelli, pero cree que no la llama porque está procesada. Sigue visitando a su novio en la cárcel, y a fin de mes se hará las lolas. Además, asegura que en la calle la llaman "narcomodelo", y le piden sacarse fotos, informa el Diario Crónica.

Daiana pide que le alcancen el dibujo. Su abuela lo despega de la puerta de la heladera y lo deja sobre la mesa. “Lo hice yo, lo pinté todo de colores”, dice orgullosa. Es el contorno de una princesa, que ella rellenó con crayones rosas. A un costado de la hoja, la dedicatoria de cinco líneas repite insistentemente la palabra amor. “Es para Gino, el sábado (por hoy) es el cumpleaños y se lo voy a llevar a Devoto”, adelanta la chica de 18 años, que desde que quedó procesada en una causa por narcotráfico aterrizó en la opinión pública como la “narcomodelo”.

Gino es Dasman Hendrik Binkienaboys, el ciudadano de Surinam que actualmente se encuentra preso, acusado de liderar una banda que exportaba cocaína a Europa. Ella pasó un día en el calabozo de Comodoro Py, 10 en el penal de Ezeiza, y está procesada por su presunta participación en la logística del tráfico.

Daiana Antivero tiene voz aniñada, pero habla rápido y segura. Habla con naturalidad de cárceles, de penas, de casamiento, de golpes. Se distrae cuando en la tele aparece Fabián Tablado; el hombre que mató de 113 puñaladas a su novia comenzó a gozar de salidas laborales y explica su historia en un noticiero. “Me muero si me dan perpetua”, se asusta, aunque enseguida aclara: “No por mi caso eh, en general digo”.

Hace un mes que salió de prisión, pero asegura que no fue una experiencia traumática. “El juez (Marcelo Aguinsky) se sorprendió al ver que yo no lloraba, que sobrellevaba la situación como algo normal”, recuerda desde el linving de la casa de su abuela.

Luego de entrecruzar escuchas telefónicas, el juez Aguinsky la procesó porque habría colaborado con la organización al realizar reservas en hoteles y vuelos para las “mulas”, encargadas de transportar la droga. Pero acá, en la casa de sus abuelos y al amparo de su madre, Daiana se siente libre para conjeturar.

“Yo hice una llamada porque me la pidió mi novio. Nada más. El va a salir rápido y nos vamos a casar. Los que andan con droga por lo menos tienen algo de plata, hacen viajes, tienen propiedades. Con Gino a veces no teníamos ni para viajar en colectivo. No teníamos lavarropa; traíamos la ropa a mi abuela para que la lavara".

La causa le dio exposición pública, pero sus sueños de fama todavía parecen lejanos... “Me encantaría bailar en el programa de (Marcelo) Tinelli. Creo que aún no me llamaron porque sigo procesada”, imagina. Como se imagina también en las marquesinas porteñas. “Mi sueño es ser vedette y que mi cara esté en los carteles de la calle Corrientes. Por ahora, sigo haciendo desfiles en boliches y posando para algunas revistas. En cuanto tenga algo de plata voy a ir a clases de baile. Me voy a preparar”.

Ahora se vuelve a distraer. Su cara aparece, pero en el mismo noticiero donde pocos minutos antes habló Tablado. Repite, como en esta entrevista, que en la calle le dicen "narcomodelo" y le piden sacarse fotos; que no le molesta porque está segura de que no es ninguna narco, que no sabe nada de la causa, que es inocente y que le cree todo a Gino.

“El sábado (hoy) cumple 32 años, pero no pude avisar a la cárcel para hacer algo especial, así que tendremos una visita como las dos que tuvimos hasta ahora: de tres horas. Ya le llevé un montón de comida”.

Sus ojos no se empañan ni para evocar el peor recuerdo. Sólo se cierran con furia cuando habla de su padre. Hace unos años, un episodio la marcó para siempre: había empezado a salir con un chico y, feliz, corrió a contarle la novedad. Pero Sergio Antivero la recibió con violencia. “Me desmayó de una trompada. La remera blanca que llevaba quedó toda roja de sangre. A mi vieja le pegaba dormida. Tiene 11 denuncias por maltrato. Es él quien tiene que estar preso. No me da ni pena, me da vergüenza pero si tuviera un camión lo pasaría por encima”.

El grabador ya se apagó. El fotógrafo aprovecha para sacarle las últimas fotos sobre la mesa de madera. Antes del último click, levanta las manos para avisar que se olvidó de algo muy importante “Ah, y a fin de mes me hago las tetas”.

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